10 noviembre 2016

Diez relatos de mujeres (Vol.8), de VV.AA.

No habría pedido que me regalasen (por Reyes) esta antología si en ella no participara una escritora (y artista y buena persona en general) a la que conozco y con la que compartí no pocas horas de talleres y postalleres. No obstante, una vez leído el volumen, es agradable el hecho de haber descubierto a otras autoras e incluso haberme llegado a emocionar con alguna de las historias.

De entre los diez cuentos del libro podemos encontrar cierta diversidad de estilos, predominando entre los primeros un estilo más bien duro, que se hace un poco difícil de leer en ocasiones, pero también hay historias bastante livianas e incluso alguna con notables elementos de horror.

La primera de ellas, Ciento cuarenta y cuatro, escrita por Sonia Aldama Muñoz, trata sobre la relación de un hijo con su padre y su madre que lo ha “abandonado” con este, cómo evoluciona dicha relación además del propio chico, que es el que narra sus vivencias. Se trata de un interesante cuento que da muchos saltos temporales y que, a mi juicio, muestra el vacío que siente el protagonista con respecto a sus progenitores; el padre un tipo distante y en apariencia frío, y la madre, que es la causa de gran parte de su trauma al dejarlo solo con el primero. Básicamente es una historia de adaptación y perdón.

Flores volcánicas, de María José Beltrán, es el segundo relato de la antología y si no el más extraño, casi. En esta una mujer muda pasea por una calle desierta e infinita que crece en vertical, tropezándose por el camino con un chihuahua y otro individuo, acaso un familiar. Bien podría tratarse todo de un mal sueño o de una pesadilla hacia la muerte.

El teleférico, cuento escrito por Virginia Sánchez Lafuente,  cuenta la historia de un trabajador de un teleférico y uno de sus viajes, de los recuerdos que le trae y también de lo solo que parece estar. Curioso.

El cuarto relato, Desprendimiento escrito por Laura García Villarejo, en realidad es una serie de seis microrrelatos bastante crípticos, algunos notablemente poéticos. Es lo más extraño del volumen (lo cual no quiere decir que sea malo).

Cicatrices, de Claribel Aránega, es el cuento que más me ha gustado. Es, también, de los más fáciles de leer y su historia, la de un primer amor, es sencilla y bonita. La historia se sitúa en Berlín Este con un hombre como personaje principal (que también es el narrador) y el trauma de su primer amor. Su final es bello y agridulce.

El sexto relato, La cartera, de Elisa Santos, es una curiosa historia sobre la pérdida de una cartera y de una serie de personas unidas entre sí sin saberlo, así como encuentros deseados pero no advertidos. Es divertido, breve y de lectura rápida, aunque con tanta concentración de nombre seguro que una relectura no le viene mal.
El tragaluz, de Mercedes de Diego, es una historia sobre una ruptura y recuerdos traumáticos asociados a ella, todo ello con bastantes referencia a la vejez, por lo que se ha de suponer que la protagonista está recapitulando un pasaje oscuro pero importante de su vida.

A un año del principio, de Nuria Gómez de la Cal, versa sobre la monotonía de la vida y la posibilidad de intentar evitarla volviendo a comenzar de nuevo una y otra vez, pero hasta esto mismo puede convertirse en pura monotonía. También habla sobre la soledad.

El noveno relato, La luna de invierno, de Marta T. Pino, es un cuento fantástico de terror con una criatura (lobo u hombre lobo) acechando un poblado donde ya ha matado a varios niños. La protagonista de la historia está encerrada en casa esperando a que su amado regrese de su caza del lobo, temerosa de que no vuelva y, también, del hecho de que la deje sola con sus dos hijos. El final tiene su miga.

El último cuento es de Lola Vivas, se titula Gordo y sus protagonistas son dos niñas, probablemente preadolescentes, que sienten fascinación por un individuo al que sus padres les prohíbe acercarse cerca de donde vive, ya que le dan la autoría de todo tipo de desmanes. Este hecho hace que las chiquillas, que no están exentas de malicia, sientan una mayor atracción y fascinación por su vecino. Es un cuento con lograda atmósfera que sugiere más que muestra, aunque su final no me ha convencido del todo, y con el que deja muchas cosas a la imaginación del lector.

Diez relatos de mujeres es una antología de 94 páginas publicado por Editorial Torremozas (especializada en literatura escrita por mujeres). La obra está encuadernada en tapa blanda con solapa, muy buen papel y los textos bien revisados, ni siquiera he detectado errores ortotipográficos.

Resulta cuanto menos curioso que en una antología escrita íntegramente por mujeres buena parte de sus protagonistas sean hombres, es uno de los detalles que me han llamado la atención del volumen. Por lo demás, se trata de un libro heterogéneo y ameno, que a todo el que le guste el relato corto seguro que lo disfruta.

LO MEJOR:
-La diversidad de relatos y autoras, gusten más o menos cada una con su estilo y voz.
-Cicatrices ha sido la historia que más me ha llegado, emotiva y agridulce.
-Una edición más que correcta.

LO PEOR:
-Algunos relatos se hacen un poco cuesta arriba, pero eso también es cuestión de gustos.

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